Caminos

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Rutas de los caminos a Santiago

miércoles, 29 de agosto de 2012

Ligonde-Melide(23,7)

En esta ruta de hoy despedimos Lugo y entramos en A Coruña, última provincia de esta larga aventura, a través de su primera aldea O Coto.
Aunque casi en constante descenso hacia Melide, el camino se hace un poco duro, ya las piernas pesan y el ánimo parece no querer asumir que se acerca el final.
Hacemos parada en Palas de Rei para desayunar. Mientras me tomo el café, Alberto, noble peregrino gallego, me transmite una mala noticia: Antonio, peregrino andaluz de El Camino de la Plata, con el que compartimos algunas etapas y reconfortantes cenas, tuvo una muy mala experiencia en O Cebreiro que le había hecho plantearse si continuar o no El Camino; al llegar por la tarde-noche a O Cebreiro se encontró los diferentes alojamientos llenos, teniendo que pasar la fría noche en la calle, pues se le negó la posibilidad de dormir en el suelo dentro del albergue municipal... No supe nada más de él... ¿Qué decir ante esta falta de humanidad?
Entre eucaliptos y robles continúa el camino y, después de atravesar el Parque Empresarial de Melide, bajamos hasta San Xoán de Furelos. En su iglesia encontramos una de las obras de arte más impactantes de todo El Camino: su Cristo crucificado tendiéndole la mano al conmovido observador supone un momento para la reflexión y el repentino recuerdo de uno de los momentos más duros y bellos vividos en este camino, cuando Raúl, desde el compromiso, el amor y la solidaridad, se puso mi mochila al hombro en aquel Alto del Calvario  y con ánimos me impulsaba a seguir caminando casi deshidratado.
Llegamos a una Melide engalanada en fiestas, oportunidad que algunos de nuestros peregrinos no desaprovecharían. Por la tarde, decidimos ir a cenar todos juntos y degustar una de las delicias de El Camino en tierras gallegas: el pulpo de Melide. No el pulpo, pero sí el vino poco a poco nos fue entonando y preparando para la festiva noche. Algunos nos fuimos temprano al albergue, otros decidieron disfrutar hasta casi el amanecer de la noche melidense, lo que tuvo sus consecuencias al día siguiente: el sacrificio de un día de camino para recuperar sus cansados cuerpos y llegar a Santiago en condiciones de celebrar el fin de esta maravillosa aventura.












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